martes, 29 de mayo de 2012

MUJERES: SABIAS, HERMOSAS, HEROICAS, SANTAS. JUDIT

Recientemente inicié un curso de Biblia y Vida, en  la Sociedad Bíblica Católica Internacional (Sobicain) muy interesante, y me tocó leer lo que hasta ese momento creí era una historia del Antiguo o Primer Testamento, titulado Judit, que resultó ser ¡una novela bíblica! Judit es una heroína y me gustó tanto que hice un resumen y una pequeña reflexión sobre esta hermosa y valiente mujer, y escribiendo, se me ocurrió la idea de reseñar justamente a tantas mujeres de la historia, del mito o de la leyenda que pueden inspirar nuestras vidas.
JUDIT: UNA MUJER SABIA HERMOSA Y LLENA DE FE
Judit con la cabeza de Holofernes, de Cristofano Allori (1613)
Como toda protagonista de novela heroica, Judit, fue una mujer sabia, hermosa y llena de Fe en Dios, que se adelantó a su tiempo, recordemos que en esa época las mujeres judías sólo eran un vehículo reproductor de la especie, sin muchos o quizá ningún derecho. Sin embargo, ya antes de realizar su hazaña de decapitar a Holofernes,  jefe supremo del ejército del rey Nabucodonosor de Asiria,  ya era respetada por su sabiduría.
Según el relato bíblico, Judit, la judía, vivía en Betulia, y era hija de Merarí. Tres años y medio antes de que ocurrieran los hechos, había enviudado. Su esposo  Manasés  le había dejado muchas riquezas,  pero lejos de pensar en casarse nuevamente o de disfrutar de sus posesiones, Judit prefirió hacer una habitación en la terraza de su casa y se vestía de penitencia, ayunando diariamente, menos los sábados y días de fiesta, dedicando su vida por completo a Dios, por lo cual ganó respeto y fama por su sabiduría, y admiración por su gran belleza.
El rey de Asiria, Nabudoconosor,  por aquel tiempo decidió declarar la guerra a Arfaxad, rey de los medos de Écbatana, para lo cual se alió con varios pueblos que lo apoyaron, venciendo al medo. Antes de lograrlo había enviado mensajeros a Persia, Egipto, Jerusalén, Damasco, el Líbano, Samaria y otras ciudades y reinos, pero ninguno de ellos le hicieron caso, despreciándolo. Nabucodonosor, viéndose rechazado, juró vengarse de todas esas naciones, destruirlas y obligar a sus habitantes a adorarlo como único dios.
De todos los pueblos, los judíos se resistieron a reconocerlo como Dios y decidieron poner resistencia, apertrechándose en las montañas y realizando diversas estrategias para resistir al feroz Holofernes y su poderoso ejército. Después de treinta y cuatro días, desesperanzados decidieron entregarse y someterse, pero Judit los llamó a recapacitar y orando a Dios, llena de fe, de esperanza y segura de que Dios no los abandonaría, es inspirada a realizar una estrategia.
Hablando con sabiduría a los jefes de la ciudad de Betulia, les llama la atención diciéndoles que si se entregan serán infieles a Dios, ya que tendrán que reconocer a Nabucodonosor como su dios, y les pide que la dejen ir hasta donde se encuentra Holofernes. Ellos aceptan y entonces Judit vistió sus mejores galas y  salió con su sierva y algunos alimentos.
Una vez en el lugar, su extraordinaria belleza impactó a los hombres del ejército y en especial a Holofernes, a quien convenció que estaba en contra del pueblo judío y que ella sabía que cuando le fallaran a su Dios, éste los entregaría  a él para su total destrucción. El general en jefe de los ejércitos Holofernes le cree y la deja estar con ellos y salir en las noches a orar. El cuarto día, el jefe de los ejércitos, la invita a comer y beber en su tienda con la intención de seducirla. Ella acepta pero sólo come y bebe de sus alimentos. El general, encantado con la belleza de la mujer, bebe  más de la cuenta y se queda dormido. Sus oficiales los dejan solos y Judit, aprovechando el momento, toma la espada del jefe asirio, le corta la cabeza y la coloca dentro de la cesta y sale del lugar con su sierva  sin levantar sospechas y bordeando la quebrada cercana, suben a Betulia y muestran a su pueblo la cabeza del enemigo.
Los hombres del ejército de Holofernes al encontrar al día siguiente a su jefe decapitado entraron en confusión y huyeron despavoridos, el pueblo de Israel los aniquiló y luego alabó  a Dios, cantó y danzó en acción de gracias.
Judit le dio la libertad a su sierva y continuó su vida dedicada a Dios  hasta su muerte, a los ciento cinco años de edad.
Esta noble heroína nos deja una enseñanza para todos los tiempos, y es su profunda Fe, Confianza y Agradecimiento, Esperanza en Dios y la seguridad de que su pueblo no sería abandonado   por Él en los momentos difíciles pues como ella mismo lo dijo “…el Señor nos hiere a los que nos acercamos a él, no para castigarnos, sino para instruirnos” (Jdt 8,27).
Espero les haya gustado, y como siempre me despido con un beso, un abrazo y una sonrisa.